Ante un mar de
banderas de todos los países, e interrumpido solo por los vítores del más de
millón de jóvenes
“Desde el Corcovado, el Cristo Redentor nos abraza y nos bendice. Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Querés ser mi discípulo? ¿Querés ser mi amigo? ¿Querés ser testigo del Evangelio?”, expresó el Papa, ante la escucha atenta de los jóvenes, que como en todas las actividades de la JMJ, expresan su cariño y cercanía al Santo Padre.
“En el corazón del Año de la fe –afirmó-, estas preguntas nos invitan a renovar nuestro compromiso cristiano. Sus familias y comunidades locales les han transmitido el gran don de la fe. Cristo ha crecido en ustedes. Hoy he venido a confirmarles en esta fe, la fe en Cristo vivo que habita en ustedes, pero he venido también para ser confirmado por el entusiasmo de su fe. Pero he venido yo también a ser confirmado por el entusiasmo de la fe de ustedes”.
“Ustedes saben que en la vida de un obispo hay tantos problemas que piden ser solucionados, y con estos problemas y dificultades, la fe del obispo puede entristecerse. Qué feo es un obispo triste, qué feo que es. Para que mi fe no sea triste he venido aquí para contagiarme con el entusiasmo de ustedes”, expresó ante el aplauso de los jóvenes.
Francisco extendió su saludo a los jóvenes “que no han podido venir a Río de Janeiro, pero que nos siguen por medio de la radio, la televisión e internet, a todos les digo: ¡Bienvenidos a esta gran fiesta de la fe! (…). Sintámonos unidos unos a otros en la alegría, en la amistad, en la fe. Y tengan la certeza de que mi corazón de Pastor les abraza a todos con afecto universal”.
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