martes, 2 de julio de 2013

¿Qué hacer cuando un hijo/ hija o familiar dice: "Soy homosexual"?


 
En primer lugar, no rechace lo que siente. Comparta sus sentimientos con un sacerdote que esté completamente de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, o con un psicólogo católico. Ud. tiene el derecho a sentir lo que siente. Pero, para poder ayudar a su hijo, primero debe Ud. de ayudarse a sí mismo. Es decir, estar en paz con su postura frente al problema.

En segundo lugar, mantenga abierta de su parte, la relación con sus hijos o familiares. Permita que él/ella le hable de sus sentimientos y experiencias. Si él/ella se cierra a una relación con Ud. a través de la manipulación, mantenga abierto el ofrecimiento de hablar, de visitarle y de amarle.

En tercer lugar, tenga compasión de él/ella. Ser verdaderamente compasivo significa "sufrir con" la otra persona. Siempre se nos ha hecho un llamado a amar a los demás (nuestro prójimo); es decir, a ser amables, pacientes y generosos, a perdonar, confiar y estar llenos de esperanza en nuestras relaciones con los demás, y en especial, con nuestros hijos.

Para ser compasivo con quien tiene una atracción homosexual, en particular con un hijo nuestro, debemos darnos cuenta de que esta tendencia al pecado es algo serio. Puede alejar a nuestro hijo de Dios y de la Iglesia porque a menudo, quienes tienen relaciones homosexuales se enojan cuando se les dice que esta actividad es pecaminosa.

En cuarto término, dé se cuenta de que Ud. no puede cambiar el comportamiento de la otra persona. Posiblemente su hijo/a siempre tenga esta atracción, nunca se case, ni viva la vida que Ud. esperaba que viviera. Al mismo tiempo, esto no le da derecho a tener una relación sexual con alguien del mismo sexo, de la misma forma que su hijo/a heterosexual tampoco tiene tal derecho.

En quinto lugar, como padre o madre y como cristiano, Ud. tiene el derecho y la obligación de informar a su hijo/a que este comportamiento es inmoral dentro del plan de Dios. Ud. tiene el derecho y la obligación de poner límites en el comportamiento de las personas que le rodean. Aún si su hijo está teniendo relaciones sexuales, Ud. debe quererlo y aceptar su presencia. Si su hijo trae a sus amistades a visitarlo, por favor, acéptelos dentro de los límites de un correcto comportamiento cristiano apropiado. Una persona con inclinación homosexual necesita amistades castas, como todo el mundo. Ud. no puede aceptar demostraciones inapropiadas de afecto entre gente que no está casada, tales como besos, o largos abrazos, toqueteos, o dormir juntos durante la noche en su propia casa en una misma cama.

En sexto lugar, no se deje chantajear o manipular por los hijos cuando estos le digan: "tú no me quieres, a menos que aceptes mi comportamiento"; o " si no me aceptas como soy, me mantendré alejado de ti." Evitamos la compasión porque nosotros no queremos sufrir. Estar de acuerdo con un comportamiento inmoral, tal como "la Iglesia está equivocada, mi hijo/a acertado/a", es una forma de evitar la compasión. Eso no es ser compasivo. Amar verdaderamente a sus hijos es aceptarlos a ellos y a sus sentimientos, como son en ese momento; saber la diferencia entre el bien y el mal; no permitir un comportamiento pecaminoso en su presencia; y ofrecerles el consejo apropiado a través de sacerdotes y psicólogos católicos que les ayudarán a comprenderse a sí mismos. Por último, es no permitir que la atracción homosexual domine las vidas de sus hijos, que son hijos del Padre, o les lleve al pecado de la actividad homosexual.

La homosexualidad es algo intrínsecamente desordenado. Es decir, que el deseo homosexual no es algo creado por Dios, sino una tendencia a un mal moral. Tener una inclinación homosexual no es cometer un pecado, sino tener una muy seria inclinación al pecado. . Llevar a cabo actividades de tipo homosexual, tales como hablar sobre fantasías sexuales con otros, tocar y/o estimular partes del cuerpo de otra persona, o recibir tal estímulo de otra persona es pecado. San Pablo nos dice muy claramente que tal actividad no solo no lleva a Dios, sino que no hay lugar para ello en el Reino de Dios.

Fuente: Padre Rich Perozich

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