Queridos hermanos:
Un aspecto particular de la maternidad de la Iglesia es que
ella nos educa a través de las obras de misericordia. Como buena madre y educadora, ella se fija en lo que es
esencial; y lo esencial, según el Evangelio, es la misericordia. Pero la
enseñanza de la Iglesia no es algo meramente teórico, no da lecciones, sino que
se transmite con el ejemplo. Ella nos ofrece el ejemplo de los santos, pero
también el de tantos hombres y mujeres sencillos. La Iglesia nos enseña a dar
de comer y beber a los que tienen hambre y sed; vestir al que está desnudo.
Nos enseña a estar cerca del enfermo, ya sea en un hospital,
en una residencia o en la propia casa. Nos enseña a visitar al encarcelado,
mirándolo en su humanidad, pues sólo la misericordia puede cambiar el corazón y
hacer que una persona vuelva a insertarse en la sociedad. Por último, la
Iglesia nos enseña también a estar cerca del abandonado o del que muere solo.
Ahora bien, no basta con amar sólo al que nos ama. Para
cambiar el mundo es necesario hacer el bien a quien no puede darnos nada a
cambio, como Dios Padre hizo con nosotros entregándonos a Jesús.
Les animo a agradecer
al Señor que nos haya dado a la Iglesia como madre, y a recorrer con
generosidad el camino de la misericordia. Muchas gracias y que Dios los
bendiga.
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