El domingo se cerró en Roma el Jubileo de los Diáconos Permanentes, hombres casados que colaboran
bautizando, proclamando el Evangelio o simplemente ayudando en las tareas de la
parroquia.
El broche fue una Misa en la Plaza de
San Pedro en la que el Papa les pidió estar disponibles a las sorpresas cotidianas de Dios y
no tener horarios.
FRANCISCO
"El siervo descuida los horarios.
A mí me hace mal al corazón cuando veo un horario en las parroquias "de
tal hora a tal hora”. ¿Y después? No hay una puerta abierta, no está el sacerdote,
no está el diácono, no hay un laico que reciba a la gente...esto hace daño”.
Francisco dijo que la mansedumbre
es una de las virtudes de los diáconos, personas que no juegan a
imitar a los sacerdotes, que deben ser discretos, pacientes, comprensivos y no
gritar jamás.
FRANCISCO
"El discípulo de Jesús no puede
caminar por una vía distinta a la del Maestro sino que, si quiere anunciar,
debe imitarlo, como hizo Pablo: aspirar a ser un siervo. Lo digo de otro modo,
si evangelizar es la misión asignada a cada cristiano en el bautismo, servir es
el estilo mediante el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de
Jesús”.
Tras la Misa, Francisco quiso saludar
personalmente a algunos diáconos y a sus esposas. Eran solo una pequeña parte
de los 43.000 con los que la Iglesia católica cuenta en todo el mundo.
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