El Evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que
camina sobre las aguas del lago. Después de la multiplicación de los panes y de
los peces, Él invita a los discípulos a subirse en una barca y a esperarlo en
la otra orilla, mientras Él despide a la gente y luego se retira a rezar en la
montaña hasta la noche. Mientras tanto en el lago se desata una fuerte
tormenta, y es ahí, en medio de la tormenta que Jesús llega a la barca de los
discípulos, caminando sobre las aguas del lago. Cuando lo ven, los discípulos
se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los tranquiliza: “¡Animo, soy
yo, no tengan miedo!” Pedro, con su típico impulso, le pide casi una prueba:
“Señor, si eres tú, ordéname de ir hacia ti caminado sobre las aguas”; y Jesús
le dice: “¡Ven!”. Pedro baja de la barca y se pone a caminar sobre las aguas;
pero el fuerte viento lo embiste y comienza a hundirse. Entonces grita:
“¡Señor, sálvame!”, y Jesús le tiende la mano y lo saca.
Esta narración es una bella imagen de la fe del apóstol
Pedro. En la voz de Jesús que le dice: “¡Ven!”, él reconoce el eco del primer
encuentro sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la
barca y va hacia el maestro. ¡Y camina sobre las aguas! La respuesta confiada y
rápida a la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias.
Pero, Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con
nuestra fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz. En cambio, Pedro comienza
a hundirse en el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las
adversidades que lo rodean. Pero el Señor esta siempre ahí, y cuando Pedro lo
llama, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y
sus debilidades, es descrita nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y
todavía victoriosa, la fe del cristiano camina al encuentro del Señor
resucitado, en medio de las tormentas y los peligros del mundo.
También es muy importante la escena final. “apenas subieron
en la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se prostraron
delante de Él, diciendo: “¡de verdad tu eres el Hijo de Dios!”. En la barca
están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de
la duda, del miedo, “de la poca fe”. Pero cuando sobre aquella barca sube
Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él.
Todos los pequeños y atemorizados se hacen grandes en el momento en el cual se
arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas
veces también a nosotros nos sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos
sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir
adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez
escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos.
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