Madrid, (Zenit.org) Iván de Vargas.
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En España y en tantos países de América Latina, la noche de
Halloween se ha convertido en una fecha destacada dentro del calendario
nacional, pero la gente no sabe casi nada de su origen. Halloween significa
“All hallow’s eve”, palabra que proviene del inglés antiguo, y que significa
“víspera de todos los santos”. La festividad tenía su origen en la tradición
celta, y con el paso de los siglos y la expansión del cristianismo en Europa,
la vigilia del 1 de noviembre adquirió un sentido religioso.
Entre los celtas, antiguos pobladores de Europa Oriental,
Occidental y parte de Asia Menor, habitaban los druidas, sacerdotes paganos
adoradores de los árboles, especialmente del roble. Ellos creían en la
inmortalidad del alma, la cual decían se introducía en otro individuo al
abandonar el cuerpo; pero el 31 de octubre volvía a su antiguo hogar a pedir
comida a sus moradores, quienes estaban obligados a hacer provisión para ella.
El año céltico concluía en esta fecha que coincide con el
otoño, cuya característica principal es la caída de las hojas. Para ellos
significaba el fin de la muerte o el comienzo de una nueva vida. Esta enseñanza
se propagó a través de los años junto con la adoración a su dios, el “señor de la
muerte” o “Samagin”, a quien en este mismo día invocaban para consultarle sobre
el futuro, la salud, la prosperidad, la muerte...
Cuando los pueblos celtas se cristianizaron, no todos
renunciaron a las costumbres paganas. Es decir, la conversión no fue completa.
La coincidencia cronológica de la fiesta pagana con la fiesta cristiana de
Todos los Santos y la de los difuntos, al día siguiente, hizo que se mezclaran
las celebraciones. En lugar de recordar los buenos ejemplos de los santos y
orar por los antepasados, estos días se llenaban de miedo ante las antiguas
supersticiones sobre la muerte y los difuntos.
Algunos inmigrantes irlandeses introdujeron la fiesta de
Halloween en los Estados Unidos, donde forma parte destacada del folclore
popular. En este país se le añadieron diversos elementos paganos, tomados de
los diferentes grupos de inmigrantes, hasta llegar a incluir las brujas,
fantasmas, duendes, vampiros, calabazas y monstruos de toda especie.
En nuestros días, el trasfondo espiritual se ha perdido por
completo y la fiesta se ha secularizando. Apoyándose en la magia de los dólares
y la necesidad de vender, Halloween se ha transformando en una noche de fiesta
pagana, en la que imperan los sustos, el terror y los disfraces y adornos por
encima del sentido primigenio de la festividad. Desde el Nuevo Continente, esta
celebración mundana se ha propagado por todo el mundo, transformando la alegría
cristiana en el miedo a la muerte.
Así pues, un año más, en la víspera del Día de Todos los
Santos, en muchos pueblos y ciudades del mundo la noche se poblará de
monstruos, momias y fantasmas, de inquietantes espectros con ganas de juerga
hasta que el esqueleto aguante.
También de pandillas de chicos, que al amparo de la
oscuridad y de un disfraz más o menos original, aporrearán las puertas de sus
vecinos para llenar sus bolsillos de golosinas y de alguna que otra moneda.
Pero quien es cristiano, no se debe olvidar lo que realmente
se conmemora en la solemnidad de Todos los Santos y, al día siguiente, en la
celebración de los Fieles Difuntos. Por ello, la Iglesia invita a visitar los
cementerios, arreglar las tumbas con flores, recordar a los familiares difuntos
y rezar por ellos. Y en los hogares es una oportunidad para hablar del don de
la vida y del verdadero sentido de la muerte. Si le gustan los postres, también
podrá disfrutar de los buñuelos de viento, los huesos de santo y otros tipos de
dulces tradicionales.
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