Texto completo de la audiencia
general del miércoles 1 de octubre
Francisco reflexiona sobre los
carismas dentro de la Iglesia. Un don de Dios por medio de su Espíritu.
"'¡Qué bonito! Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos de Dios,
y todos amados de una manera única'
Queridos hermanos y hermanas,
buenos días:
En esta semana, continuamos
hablando de la Iglesia. Desde el inicio, el Señor ha colmado a la Iglesia de
los dones de su Espíritu, haciéndola así siempre viva y fecunda, con los dones
del Espíritu Santo. Entre estos dones, se distinguen algunos que resultan
particularmente preciosos por la edificación y el camino de la comunidad
cristiana: se trata de los carismas. En esta catequesis sobre la Iglesia
queremos preguntarnos: ¿qué es exactamente un carisma? ¿Cómo podemos
reconocerlo y acogerlo? Y sobre todo: ¿el hecho que en la Iglesia haya una
diversidad y una multiplicidad de carismas, es visto en sentido positivo, como
algo bonito, o como un problema?
En el lenguaje común, cuando se
habla de "carisma", se entiende a menudo un talento, una habilidad
natural. Se dice, "esta persona tiene un carisma especial para enseñar,
tiene talento". Así, frente a una
persona particularmente brillante y atractiva, se dice: "Es una persona
carismática". ¿Qué significa? No lo sé, pero es carismática. Y así
decimos, no sabemos qué decimos, pero decimos es carismática. En la prospectiva
cristiana, sin embargo, el carisma es mucho más que una cualidad personal, de
una predisposición de la que se puede estar dotado: el carisma es una gracia,
un don concedido por Dios Padre, a través de la acción del Espíritu Santo. Y es
un don que es dado a alguien no porque sea mejor que los otros o porque se lo
ha merecido: es un regalo que Dios le hace, para que con la misma gratuidad y
el mismo amor lo pueda poner al servicio
de toda la comunidad, para el bien de todos.
Hablando un poco de forma humana
se dice así: "Dios da esta cualidad, este carisma a esta persona, pero no
para sí, sino para que esté al servicio de toda la comunidad". Hoy antes
de llegar a la plaza he recibido muchos muchos niños discapacitados en el Aula
Pablo VI, había muchos. Una asociación que se dedica al cuidado de estos niños.
¿Qué es? Esta asociación, estas personas, estos hombres, estas mujeres, tienen
el carisma de cuidar a los niños discapacitados. Esto es un carisma.
Algo importante que se subraya
enseguida es el hecho que uno no puede entender por sí mismo si tiene un
carisma y cuál. Pero muchas veces nosotros hemos escuchado personas que dicen
"yo tengo esta cualidad, sé cantar muy bien". Y nadie tiene el valor
de decirle "mejor que estés callado porque nos atormenta a todos cuando tú
cantas". Nadie puede decir "yo tengo este carisma". Es dentro de la comunidad que florecen y se
desarrollan los dones de los que nos colma el Padre; y es en el seno de la
comunidad que se aprende a reconocerlos como un signo de su amor para todos sus
hijos. Cada uno de nosotros, entonces, está bien que se pregunte: "¿Hay
algún carisma que el Señor ha hecho surgir en mí, que el Señor ha hecho surgir
en mí, en la gracia de su Espíritu, y
que mis hermanos, en la comunidad cristina, han reconocido y animado? ¿Y cómo
me comporto yo en cuanto a este don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al
servicio de todos, o lo descuido y termino por olvidarlo? ¿O quizá se convierte
en mí en motivo de orgullo, tanto como para quejarme siempre de los otros y
pretender que en la comunidad se haga a mi manera? Son preguntas que debemos
hacer. Si hay un carisma en mí, sea reconocido este carisma, de la Iglesia y si
estoy contento con este carisma. O tengo un poco de celos del carisma de los
otros. "Quiero tener ese carisma". El carisma es un don, solamente lo
da Dios.
¡La experiencia más bonita es
descubrir cuántos carismas diferentes y de cuántos de su Espíritu el Padre
colma su Iglesia! Esto no debe ser visto como un motivo de confusión, de
malestar: son todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana, para que
pueda crecer en armonía, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo
de Cristo.
El mismo espíritu que da esta
diferencia de Carismas da la unidad de la Iglesia, el mismo Espíritu. Frente a
esta multiplicidad de carismas nuestro corazón se debe abrir a la alegría y
debemos pensar: "¡Qué bonito! Tantos dones diferentes, porque somos todos
hijos de Dios, y todos amados de una manera única". Ay, entonces, si estos
dones se convierten en motivo de envidia o de división, de celos. Como recuerda
el apóstol Pablo en su Primer Carta a los Corintios, en el capítulo 12, todos
los carismas son importantes a los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es
insustituible. Esto quiere decir que en la comunidad cristiana necesitamos el
uno del otro, y cada don recibido se realiza
plenamente cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos.
¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se
expresa en comunión, no se puede equivocar: es la belleza y la fuerza del
sensus fidei, de ese sentido sobre natural de la fe, que es donado por el
Espíritu Santo para que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del
Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida.
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