"Nuestra identidad es precisamente este sello, esta
fuerza del Espíritu Santo, que todos nosotros hemos recibido en el Bautismo. Y
el Espíritu Santo ha sellado nuestro corazón y, además, camina con nosotros.
Este Espíritu, que había sido prometido – Jesús lo había prometido – esto
Espíritu no sólo nos da la identidad, sino que también es anticipo de nuestra
herencia. Con Él el Cielo comienza. Nosotros estamos viviendo precisamente este
Cielo, esta eternidad, porque hemos sido sellados por el Espíritu Santo, que
precisamente es el inicio del Cielo: era el anticipo; lo tenemos en nuestras
manos. Nosotros tenemos el Cielo en nuestras manos con este sello”.
"Es el cristiano tibio. Es cristiano, sí. Va a Misa el
domingo, sí. Pero en su vida la identidad no se ve. También vive como un
pagano: puede vivir como un pagano, pero es cristiano. Ser tibios. Volver opaca
nuestra identidad. Y el otro pecado, aquel del que Jesús hablaba a sus
discípulos y hemos oído: ‘Estén atentos a la levadura de los fariseos, que es
la hipocresía’. ‘Hacer de cuenta que’: yo hago de cuenta que soy cristiano,
pero no lo soy. No soy transparente, digo una cosa – ‘sí, sí, soy cristiano’ –
pero hago otra que no es cristiana”.
"Amor, alegría, paz, magnanimidad,
benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Y éste es nuestro
camino hacia el Cielo, es nuestro camino, que hace que comience el Cielo desde
acá. Porque tenemos esta identidad cristiana, hemos sido sellados por el
Espíritu Santo. Pidamos al Señor la gracia de estar atentos a este sello, a
nuestra identidad cristiana, que no sólo es promesa, no, ya la tenemos en
nuestras manos como anticipo
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