Queridos
hermanos y hermanas:
Retomamos
hoy las catequesis sobre la familia, hablando de los niños, muchos de los
cuales sufren, desgraciadamente, auténticas "historias de pasión”.
Pensemos en
los hijos no deseados o abandonados, en los niños de la calle, sin educación ni
atención sanitaria, en los chicos maltratados, a los que les roban su infancia
y su juventud… Es una vergüenza para la sociedad y un grito de dolor dirigido
directamente al corazón del Padre.
Un niño
nunca puede ser considerado un error. El error es del mundo de los adultos, del
sistema que nosotros hemos construido, que genera bolsas de pobreza y
violencia, en las que los más débiles son los más perjudicados. Los niños son
responsabilidad de todos: los padres no deberían sentirse solos en su tarea. La
estabilidad social y la promoción de la familia, la ausencia de delincuencia y
la posibilidad de un trabajo digno… contribuyen, sin duda, a asegurarles un
hogar. Tratándose de los niños, ningún sacrificio es demasiado costoso. Entendámonos bien: con los chicos no se juega.
Podemos
estar seguros de que Dios no se olvida de ninguno de sus hijos más pequeños:
sus ángeles están viendo continuamente su rostro en el cielo. Jesús los trató
con especial predilección, imponiéndoles las manos y bendiciéndolos; además
dijo que, de ellos y de los que se hacen como ellos, es el Reino de los cielos.
La Iglesia, por su parte, siempre ha transmitido a los niños y a sus familias
la bendición del Señor, poniéndose a su servicio con solicitud maternal y
defendiendo con decisión sus derechos.
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