Esta fue la
última vez que Juan Pablo II se asomó a la plaza de San Pedro. Era el miércoles
30 de marzo de 2005.
No consiguió
hablar, estaba muy débil. Le habían practicado dos meses antes una
traqueotomía. Después tuvo dos serias infecciones.
Los romanos
sabían que le quedaban pocas horas. Muchos decidieron pasar la noche en San
Pedro, al abierto, para estar cerca de él. El desenlace era inminente. Dentro
de su habitación, el Papa se despedía de sus colaboradores más cercanos.
JOAQUÍN
NAVARRO-VALLS
Portavoz de
Juan Pablo II
"Fue
una despedida silenciosa, no había necesidad de palabras. Fue mirarnos en los
ojos, estaba todo ya dicho. No era necesario intentar decir nada. Al día
siguiente, menos de 24 horas después, murió”.
Por la noche
del sábado 2 de abril se convocó un rosario bajo su ventana, en la plaza de San
Pedro.
Cuando de
repente se encendieron las luces de su habitación, se dio por hecho que había
ocurrido lo inevitable.
La primera
confirmación oficial llegó unos minutos más tarde.
"Que
nuestra oración en silencio acompañe en estos primeros momentos al Santo Padre
Juan Pablo II con Jesús en el Cielo”.
Y allí
mismo, Juan Pablo II recibió su primer homenaje póstumo: un aplauso
interminable.
JOAQUÍN
NAVARRO-VALLS
Portavoz de
Juan Pablo II
"La
primera oración que se rezó en aquella habitación en el momento de su muerte no
fue una oración como la Iglesia suele hacer, una oración por el sufragio de esa
alma. No, fue de acción de gracias. Naturalmente no acción de gracias por
aquella muerte sino acción de gracias por aquella vida tan rica que
históricamente terminaba en ese momento”.
La mañana
siguiente se expusieron los restos en el Palacio Apostólico, para que las
personas de la Curia romana pudieran acercarse.
Un día
después fueron trasladados a San Pedro, donde cientos de miles de peregrinos se
acercaron para darle las gracias y decirle adiós.
JOAQUÍN
NAVARRO-VALLS
Portavoz de
Juan Pablo II
"Ya 24
horas antes de su muerte la gente empezó a llegar a la plaza de San Pedro. Los
días siguientes se llenó, al principio era de romanos, los días sucesivos era
de toda Italia, luego de toda Europa, vinieron de todo el mundo en aquellos
días hasta el funeral y la sepultura de Juan Pablo II”.
Ante reyes y
presidentes de decenas de países, celebró el funeral su principal colaborador,
el cardenal Joseph Ratzinger. El fuerte viento que soplaba en la plaza convirtió
la ceremonia en un sugestivo y triste duelo.
Al final de
la Misa cientos de personas pidieron lo que todos querían: que fuera declarado
santo lo antes posible.
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