Es la semana
de la “humildad”, aquella que para Jesús comienza con el fastuoso ingreso en
Jerusalén; porque las palmas triunfalmente agitadas y los hosannas se apagan
pronto, sofocados por el desprecio de los jefes y de la gente que ellos
incitaban. Una semana hecha aún más dolorosa por el abandono de los suyos, por
la traición de Judas, incluso por la negación de Pedro, la roca de los
discípulos. Pero ésta - dijo el Papa en la homilía de la misa del Domingo de
Ramos – “es el camino de Dios, el camino de la humildad” y “no hay humildad y
sin humillación”. También hay un camino contrario, el del maligno, - aclaró el
Papa – el de la mundanidad, que ofrece vanidad, orgullo, el éxito. Pero
el “estilo de D ...
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