La reliquia
de la sangre de San Jenaro, patrón de Nápoles, presidió el encuentro en la
catedral. Los sacerdotes, religiosos y religiosas recibieron al Papa con gran
expectación.
Incluso las
religiosas de los siete conventos de clausura a las que el arzobispo permitió
salir.
Emocionadas,
las religiosas se adelantaron al protocolo y se acercaron así al Papa provocando
una graciosa y entrañable confusión.
"Hermanas,
¡después! Hermanas, ¡después!
Y estas son
las de clausura. Si no fueran de clausura, ¿qué pasaría?”
Como es
habitual en estos encuentros, Francisco ofreció una serie de consejos a los
religiosos para mejorar su relación con
Dios y crear fraternidad.
Les recordó
que deben seguir siempre el camino de Jesús no dejándose llevar por las
tentaciones y envió un mensaje especial a los seminaristas.
FRANCISCO
"Si
Jesús no está en el centro, posponed la ordenación. Si no estáis seguros de que
Jesús es el centro de vuestra vida, esperad un poco más”.
En su
discurso improvisado y, de forma contundente, pidió a los religiosos que eviten
males como la mundanidad o el chismorreo.
FRANCISCO
"Es el
"terrorismo del chismorreo” porque el que chismorrea es un terrorista que
lanza una bomba, destruye y se marcha”.
Antes de
marcharse, rezó el Padrenuestro, besó la reliquia de San Jenaro y pronunció la
bendición con ella en la mano. Y la sangre, solidificada, se hizo líquida.
ARZ.
CRESCENZIO SEPE
Arzobispo de
Nápoles
"La
señal de que San Jenaro quiere al Papa, que es napolitano como nosotros: la
sangre ya se ha medio licuado”.
Y como en
ese momento, la sangre no era líquida del todo, el Papa con mucho humor hizo
esta recomendación.
FRANCISCO
"Se ve
que el santo nos medio quiere. Tenemos que convertirnos un poco más para que
nos quiera del todo”.
El prodigio
de la licuefacción de la sangre del santo no se había producido con un Papa
desde 1848. No había sucedido ni en la visita de Juan Pablo II ni en la de
Benedicto XVI.
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