miércoles, 28 de agosto de 2013

Las estadísticas demuestran que el matrimonio supera en ventajas a la unión libre


Al respecto el asesor de organizaciones como ONU, OIT y OEA, B. Kiliksberg nos dice:

"Independientemente de su voluntad, numerosas parejas jóvenes no tienen las oportunidades reales para conformar o mantener una familia. Muchas familias son destruidas ante el embate de la pobreza y la desigualdad, otras se degradan y otras ni siquiera llegan a ser constituidas."


Análisis económicos y sociológicos dan cuenta de los siguientes efectos frecuentes de la cohabitación sobre los hijos y los mismos convivientes, sean sus causas voluntarias o no:

● En un estudio británico, la socióloga P. Morgan demostró que en las parejas que conviven se incrementan los problemas de salud (causado generalmente por abuso de alcohol, droga y tabaco), los malos tratos, el desempleo y los problemas con los hijos.

● La cohabitación es más frágil que el matrimonio: En Inglaterra menos del 4% de las parejas que conviven duran 10 años o más. El 20% se separa antes de tres años contra el 3% en el caso de las parejas casadas. La tasa de ruptura de las parejas convivientes con hijos es en ese país 4 a 5 veces mayor que la de matrimonios con hijos.

● Un estudio realizado por la Universidad de Western Ontario demostró que las mujeres que convivieron antes de casarse tienen un riesgo 33% superior de divorciarse que las que no lo hicieron.

● La cohabitación suele ser la puerta de entrada para formar madres solteras, con graves consecuencias para ellas mismas y para sus hijos: peor rendimiento escolar, más problemas psicológicos y un significativo aumento del riesgo de ser objeto de malos tratos, de conductas delictivas y padecer desórdenes adictivos (como la droga).

● Un alto porcentaje inicia la convivencia con un primer embarazo en su adolescencia. Como consecuencia, la madre posee menores estudios y menores posibilidades de trabajo e ingresos. Se produce así una consolidación y profundización de la pobreza.

● En familias de precaria constitución, como lo son las que cohabitan, hay mayores índices de violencia. Estudios en varios países, han demostrado que una inestable estructura familiar incrementa las conductas delictivas juveniles.

● Los hijos de convivientes tienen menores índices de escolaridad. Lo cual se traduce en menores expectativas futuras de ingresos para cuando esos jóvenes sean adultos.

● La primera escuela del amor se desarrolla en la familia, donde podemos apreciar sus efectos directos en la relación con los padres, pero ¿qué clase de relación pueden enseñar quienes no fundan sus relaciones en la responsabilidad y el compromiso incondicional? Porque, donde la relación está condicionada en un “hasta que queramos” o “hasta que no disponga de alguien o algo mejor”, ¿dónde está el amor? La cohabitación, cuando es voluntariamente aceptada como opción de relación afectiva, fácilmente puede desviarse hacia el egoísmo, el egocentrismo, o el individualismo; transformándose en una escuela de lo opuesto al amor.

Afortunadamente, sigue siendo para los jóvenes una aspiración universal mayoritaria la unión para siempre entre un hombre y una mujer que se aman, por medio de un voluntario compromiso de responsabilidad mutua, al contraer el libre matrimonio. Pero el matrimonio, como todo en la vida, conlleva sus exigencias y necesidades, a las que toda persona generosa y con la previa experiencia de haber conocido al amor en el matrimonio que le dio origen, generalmente puede responder; más, ¿podrá responder igualmente por sus actos quién no ha sido formado en los valores del compromiso total y de la responsabilidad incondicional?
Autor: Eduardo Armstrong | Fuente: Catholic.net

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