El concepto de heroicidad de las virtudes no implica, necesariamente, que las acciones realizadas por la persona virtuosa tengan que ser asombrosas. “La heroicidad - puede muy bien consistir en el cumplimiento en modo extraordinariamente generoso y perfecto de los propios deberes cotidianos hacia Dios, hacia el prójimo y hacia sí mismos.
¿Qué significa ser santos?
Significa estar unidos, en Cristo, a Dios, perfecto y santo. “Sean por tanto perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Mt 5, 48), nos ordena Jesucristo, Hijo de Dios. “Sí, lo que Dios quiere es su santificación.” (1 Ts 4, 3).
¿Por qué Dios quiere nuestra santidad?
Porque Dios nos ha creado “a su imagen y semejanza” (Gn 1, 26), y de ahí que Él mismo nos diga: “Sed santos, porque yo soy santo” (Lv 11, 44). La santidad de Dios es el principio, la fuente de toda santidad. Y, aún más, en el Bautismo, Él nos hace partícipes de su naturaleza divina, adoptándonos como hijos suyos. Y por tanto quiere que sus hijos sean santos como Él es santo.
¿Estamos todos llamados a la santidad?
Todo ser humano está llamado a la santidad, que “es plenitud de la vida cristiana y perfección de la caridad, y se realiza en la unión íntima con Cristo y, en Él, con la Santísima Trinidad. El camino de santificación del cristiano, que pasa por la cruz, tendrá su cumplimiento en la resurrección final de los justos, cuando Dios sea todo en todos” (Compendio, n. 428).
¿Existen diversas maneras y formas de santidad?
Ciertamente. Cada uno puede y debe llegar a ser santo según los propios dones y oficios, en las condiciones, en los deberes o circunstancias que son los de su propia vida. Las vías de la santidad son por tanto múltiples, y adaptadas a la vocación de cada uno. Muchos cristianos, y entre ellos muchos laicos, se han santificado en las condiciones más ordinarias de la vida.
¿Cuáles son las objeciones que se ponen contra los santos?
Está quien insinúa que se trata de una estrategia expansionista de la Iglesia Católica. Para otros, la propuesta de nuevos beatos y santos, tan diversos por categoría, nacionalidad y cultura, sería sólo una operación de marketing de la santidad con finalidad de leadership del Papado en la sociedad civil actual. Está incluso quien ve en la canonización y en el culto de los santos un residuo anacrónico de triunfalismo religioso, extraño incluso al espíritu y a lo dicho por el Concilio Vaticano II, el cual ha tanto puesto en evidencia la vocación a la santidad de todos los cristianos. Quienes ponen tales objeciones no toma en cuenta el gran rol y la verdadera importancia de los santos en la Iglesia.
¿Quiénes son los santos para la Iglesia?
- Los santos son: · Aquellos que contemplan ya claramente a Dios uno y trino. Ciudadanos de la Jerusalén celestial, cantan sin fin la gloria y la misericordia de Dios, habiéndose cumplido en ellos el paso pascual de este mundo al Padre;
· Discípulos del Señor. Orígenes lo afirma con decisión: “Los santos son imagen de la imagen, siendo el Hijo imagen” (La oración, 22, 4). Son el reflejo de la luz de Cristo resucitado. Como en el rostro de un niño, en el cual se acentúan particularmente los rasgos físicos de sus padres, en el rostro del santo el rostro de Cristo ha encontrado una nueva modalidad de expresión;
· Modelos de vida evangélica, de los cuales la Iglesia ha reconocido la heroicidad de sus virtudes y luego los propone a nuestra imitación. Ellos “han sido siempre fuente y origen de renovación en los momentos más difíciles de la historia de la Iglesia”
· Testigos históricos de la llamada universal a la santidad. Con su concreción personal e histórica hacen experimentar que el Evangelio y la vida nueva en Cristo no son una utopía o un simple sistema de valores, sino un “fermento” y “sal” capaces de hacer vivir la fe cristiana dentro y desde dentro de las diferentes culturas, áreas geográficas y épocas históricas;
· Expresión de la catolicidad o universalidad de la fe cristiana y de la Iglesia que vive esa fe, la custodia y difunde. Los santos, expresión del mismo Espíritu -como dice el Evangelio- que “sopla donde quiere”, han vivido la misma fe. Tal internacionalidad confirma que la santidad no tiene confines y que ésa no está muerta en la Iglesia y, aún más, continúa a tener viva actualidad.
· una auténtica y constante forma de evangelización y de magisterio.
· son un signo de la capacidad de inculturación de la fe cristiana y de la Iglesia en la vida de los diferentes pueblos y culturas;
· Intercesores y amigos de los fieles todavía peregrinos en la tierra, porque los santos, aunque inmersos en la gloria de Dios, conocen los afanes de sus hermanos y hermanas y acompañan su camino con la oración y el patrocinio;
· Innovadores de cultura. Los santos han permitido que se crearan nuevos modelos culturales, nuevas respuestas a los problemas y a los grandes retos de los pueblos, nuevos desarrollos de humanidad en el camino de la historia. Los santos son como faros.
- Todo esto la Iglesia lo confiesa cuando, agradecida a Dios Padre, proclama: “en la vida de los santos nos ofrece un ejemplo, en la intercesión una ayuda, en la comunión de gracia un vínculo de amor fraterno” (Prefacio de la Misa).
¿Qué diferencia existe entre beatos y santos?
- En cuanto a la certeza de que unos y otros se encuentren en el cielo, no hay entre ellos ninguna diferencia.
- En cuanto al procedimiento: normalmente primero un cristiano es proclamado beato (beatificación), y después, sucesiva y eventualmente, es proclamado santo (canonización).
- En cuanto a la autoridad implicada en la declaración de un beato o de un santo: es siempre el Papa quien, con un específico acto pontificio, declara a alguien beato o santo. - En cuanto al culto:
· Las beatificaciones tienen un culto permitido y no prescrito, limitado a una Iglesia local;
· La canonizaciones tienen un culto extendido a toda la Iglesia, prescrito, con una sentencia definitiva.
¿Cómo viene considerada la heroicidad de las virtudes?
El concepto de heroicidad de las virtudes no implica, necesariamente, que las acciones realizadas por la persona virtuosa tengan que ser asombrosas. “La heroicidad - puede muy bien consistir en el cumplimiento en modo extraordinariamente generoso y perfecto de los propios deberes cotidianos hacia Dios, hacia el prójimo y hacia sí mismos.
¿Es necesario también un milagro?
Para poder proceder a la beatificación de un Siervo de Dios, la actual legislación canónica requiere también un milagro, realizado por intercesión del Siervo de Dios después de su muerte. Para la beatificación de un mártir no se requiere el milagro, por cuanto el mismo martirio, sufrido por amor de Dios, es un signo inequívoco de la vida virtuosa de un Siervo de Dios. Para la canonización en cambio de los mártires y de los no-mártires es necesario un nuevo milagro, realizado después de la beatificación.
¿Por qué son necesarios los milagros?
- Hay una razón histórica: desde siempre la Iglesia ha exigido “signos” que confirmen la vida virtuosa de un cristiano. - Hay sobretodo una razón teológica: los milagros son necesarios siempre para:
· confirmar la doctrina de la fe del Siervo de Dios; · garantizar el juicio sobre la heroicidad de las virtudes;
· probar que la vida de un no-mártir no haya sido menos santa respecto a lo que resulta de los testimonios
¿Cómo se procede en el caso de los milagros? - Los milagros son estudiados bajo dos aspectos:
· El científico: para probar que el evento prodigioso (la curación), sobre la base de los testimonios y la documentación médica, es inexplicable; · El teológico: para verificar si el evento es un verdadero y propio milagro.
- Corresponde al Obispo, donde se ha realizado el evento prodigioso, hacer estudiar el milagro por un Tribunal, que debe recoger las pruebas testimoniales y médico-clínicas.
- Después el Obispo envía las actas de dicho Tribunal a la Congregación de las Causas de los Santos. A tal fin:
· Las actas son primero examinadas por dos peritos médicos individualmente, y luego por un órgano colegial de cinco médicos, los cuales recogen sus conclusiones (diagnosis, prognosis, terapia, modalidad de curación inexplicable desde un punto de vista médico...) en una relación;
· viene luego preparada una “Positio” (con todas las actas diocesanas y la relación de los médicos) que es examinada por los teólogos, los cuales emitirán un parecer el hecho;
· finalmente la misma Positio, la relación de los médicos y los pareceres de los teólogos son sometidos al juicio de los Padres (Cardenales y Obispos) de la Congregación de los Santos, los cuales valorarán si el hecho prodigioso es un milagro o no.
- El juicio de los Padres Cardenales y de los Obispos, sea sobre la heroicidad de las virtudes sea sobre el milagro, es referido, por el Cardenal Prefecto de la Congregación de los Santos, al Sumo Pontífice, al cual le compete únicamente el derecho de declarar, con un acto solemne, que se puede proceder a la beatificación o a la canonización de un cristiano y por tanto al culto público eclesiástico, a él debido.
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