(ACI/EWTN Noticias).-En su catequesis de la audiencia El
Papa Francisco respondió a una serie de preguntas sobre cómo vivir la Misa y
respondió a diversos cuestionamientos de quienes no quieren asistir a la
Eucaristía dominical.
“¿Cómo vivimos nosotros
la Eucaristía? ¿Cómo vivimos la Misa, cuando vamos a Misa los domingos? ¿Es
sólo un momento de fiesta? ¿Es una tradición bien establecida, que se hace? ¿Es
una ocasión para encontrarnos o para sentirnos bien o es algo más? Hay señales
muy específicas para averiguar cómo vivir esto. Cómo vivimos la Eucaristía.
Señales que nos dicen si vivimos la Eucaristía bien, o no la vivimos tan bien”
El Santo Padre dijo
que, en cuanto a la Misa, es fundamental saber que allí tenemos la gracia “de
ser perdonados y perdonar. A veces alguien pregunta: ‘¿Por qué hay que ir a la iglesia,
si los que participan regularmente en la Misa son pecadores como los demás?’.
¡Cuántas veces hemos oído esto!”
“En realidad, quien
celebra la Eucaristía no lo hace porque cree o quiere aparentar más que los
demás, sino porque se reconoce siempre con la necesidad de ser aceptado y
regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. ¡Si cada uno
de nosotros no se siente con la necesidad de la misericordia de Dios, no se
siente un pecador, es mejor que no vaya a Misa!”
“¿Por qué vamos a
Misa?”, cuestionó el Papa y respondió: “porque somos pecadores y queremos
recibir el perdón de Jesús, participar en su redención, en su perdón. ¡Ese
‘confieso’, que decimos al principio no es algo ‘formal’, es un verdadero acto
de penitencia! ¡Yo soy pecador y confieso! Así da inicio la Misa”.
“No debemos olvidar
nunca que la Última Cena de Jesús tuvo lugar ‘la noche en que fue traicionado’.
En el pan y el vino que ofrecemos y en torno al cual nos reunimos se renueva
cada vez el don del Cuerpo y la Sangre de Cristo para la remisión de nuestros
pecados. Debemos ir a Misa humildemente, como pecadores y el Señor nos
reconciliará”.
Otro indicador de la
vivencia de la Misa adecuadamente, dijo el Pontífice, es la capacidad de
descubrir a los otros como hermanos a partir del amor a Jesús, para lugar
compartir su Pasión y su Resurrección, especialmente con los más necesitados
como aquellos que han sido afectados por la lluvia en los días recientes en los
alrededores de Roma.
“Me pregunto, todos
preguntémonos: yo, que voy a misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupo de ayudar, de
acercarme, de rezar por ellos, que tienen este problema? ¿O soy un poco
indiferente? O tal vez me preocupo de chismorrear: ‘¿viste cómo iba vestida
aquella, como iba vestido aquél?’.... A veces se hace esto después de la Misa,
¿o no? ¡Se hace! ¡Y esto no se debe hacer! Debemos preocuparnos por nuestros
hermanos y hermanas que tienen una necesidad, una enfermedad, un problema”.
Un “último y valioso
indicador” sobre la vivencia de la Misa es la relación entre la Eucaristía y
las comunidades cristianas: “debemos tener siempre presente que la Eucaristía
no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que
Jesús dijo e hizo. No ¡Es propiamente una acción de Cristo! ¡Es Cristo quien
los realiza, que está en el altar! Y Cristo es el Señor. Es un don de Cristo,
que se hace presente y nos reúne en torno a Él, para alimentarnos con su
Palabra y con su vida”.
“Esto significa que
la misión y la misma identidad de la Iglesia fluyen a partir de ahí, de la
Eucaristía, y allí siempre toman forma. Una celebración puede llegar a ser
impecable en términos de apariencia, hermosísima, pero si no nos lleva al
encuentro con Jesús, puede que no comporte ningún alimento a nuestro corazón y
a nuestra vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en
nuestra existencia e impregnarla de su gracia, para que en cada comunidad
cristiana haya coherencia entre liturgia y vida: esta coherencia entre liturgia
y vida”.
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