Ofrecemos a continuación el texto completo de la homilía del
Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la capilla de Santa Marta, en la
que participó un grupo de víctimas de abusos por parte de sacerdotes. Fueron
seis personas en total, acompañadas por familiares y amigos. Después de la
celebración eucarística, fueron recibidas personalmente por el Papa. Estas son
las palabras pronunciadas por el Papa:
«La imagen de Pedro viendo salir a Jesús de esa sesión de
terrible interrogatorio, de Pedro que se cruza la mirada con Jesús y llora. Me
viene hoy al corazón en la mirada de ustedes, de tantos hombres y mujeres,
niños y niñas, siento la mirada de Jesús y pido la gracia de su orar. La gracia
de que la Iglesia llore y repare por sus hijos e hijas que han traicionado su
misión, que han abusado de personas inocentes. Y hoy estoy agradecido a ustedes
por haber venido hasta aquí.
Desde hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor,
sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad
que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que Jesús miraba, y otro
lo mismo y otro lo mismo… y se animaron a sostener esa mirada. Y esos pocos que
comenzaron a llorar nos contagiaron la conciencia de este crimen y grave
pecado.
Esta es mi angustia y el dolor por el hecho de que algunos
sacerdotes y obispos hayan violado la inocencia de menores y su propia vocación
sacerdotal al abusar sexualmente de ellos. Es algo más que actos reprobables.
Es como un culto sacrílego porque esos chicos y esas chicas le fueron confiados
al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo
de su concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios a cuya imagen hemos sido
creados.
La infancia, sabemos todos es un tesoro. El corazón joven,
tan abierto de esperanza, contempla los misterios del amor de Dios y se muestra
dispuesto de una forma única a ser alimentado en la fe. Hoy el corazón de la
Iglesia mira los ojos de Jesús en esos niños y niñas y quiere llorar. Pide la
gracia de llorar ante los execrables actos de abuso perpetrados contra menores.
Actos que han dejado cicatrices para toda la vida.
Sé que esas heridas son fuente de profunda y a menudo
implacable angustia emocional y espiritual. Incluso de desesperación. Muchos de
los que han sufrido esta experiencia han buscado paliativos por el camino de la
adicción. Otros han experimentado trastornos en las relaciones con padres,
cónyuges e hijos. El sufrimiento de las familias ha sido especialmente grave ya
que el daño provocado por el abuso afecta a estas relaciones vitales de la
familia.
Algunos han sufrido incluso la terrible tragedia del suicido
de un ser querido. Las muertes de estos hijos tan amados de Dios pesan en el
corazón y en la conciencia mía y de toda la Iglesia. Para estas familias
ofrezco mis sentimientos de amor y de dolor.
Jesús torturado e interrogado con la pasión del odio es
llevado a otro lugar, y mira. Mira a uno de los suyos, el que lo negó, y lo
hace llorar. Pedimos esa gracia junto a la de la reparación.
Los pecados de abuso sexual contra menores por parte del
clero tienen un efecto virulento en la fe y en la esperanza en Dios. Algunos se
han aferrado a la fe mientras que en otros la traición y el abandono han
erosionado su fe en Dios. La presencia de ustedes, aquí, habla del milagro de
la esperanza que prevalece contra la más profunda oscuridad. Sin duda es un
signo de la misericordia de Dios el que hoy tengamos esta oportunidad de
encontrarnos, adorar a Dios, mirarnos a los ojos y buscar la gracia de la
reconciliación.
Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y
crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y
humildemente pido perdón. También les pido perdón por los pecados de omisión
por parte de lideres de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las
denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron
víctimas del abuso: esto llevó a un sufrimiento adicional a quienes habían sido
abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo.
Por otro lado, la valentía que ustedes y otros han mostrado
al exponer la verdad fue un servicio de amor al habernos traído luz sobre una
terrible oscuridad en la vida de la Iglesia. No hay lugar en el ministerio de
la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar
el daño infligido a un menor por parte de nadie, independientemente de su
estado clerical. Todos los obispos deben ejercer sus oficios de pastores con
sumo cuidado para salvaguardar la protección de menores y rendirán cuentas de
esta responsabilidad. Para todos nosotros tiene vigencia el consejo que Jesús
da a los que dan escándalos: la piedra de molino y el mar (cf. Mt 18,6).
Por otra parte vamos a seguir vigilantes en la preparación
para el sacerdocio. Cuento con los miembros de la Pontificia Comisión para la
Protección de Menores. Todos los menores, sean de la religión que sean, son
retoños que Dios mira con amor. Pido esta ayuda para que me ayuden a asegurar
de que disponemos de las mejores políticas y procedimientos en la Iglesia
Universal para la protección de menores y para la capacitación de personal de
la Iglesia en la implementación de dichas políticas y procedimientos. Hemos de
hacer todo lo que sea posible para asegurar que tales pecados no vuelva a
ocurrir en la Iglesia.
Hermanos y hermanas, siendo todos miembros de la Familia de
Dios, estamos llamados a entrar en la dinámica de la misericordia. El Señor
Jesús nuestro salvador es el ejemplo supremo: el inocente que tomó nuestros pecados
en la Cruz. Reconciliarnos es la esencia misma de nuestra identidad común como
seguidores de Jesucristo. Volviéndonos a El, acompañados de nuestra Madre
Santísima a los Pies de la Cruz, buscamos la gracia de la reconciliación con
todo el Pueblo de Dios. La suave intercesión de nuestra Señora de la Tierna
Misericordia es una fuente inagotable de ayuda en nuestro viaje de sanación.
Ustedes y todos aquellos que sufrieron abusos por parte del clero son amados
por Dios. Rezo para que los restos de la oscuridad que les tocó sean sanados
por el abrazo del Niño Jesús, y que al daño hecho a ustedes le suceda una fe y
alegría restaurada.
Agradezco este encuentro. Y por favor, recen por mí para que
los ojos de mi corazón siempre vean claramente el camino del amor
misericordioso, y que Dios me conceda la valentía de seguir ese camino por el
bien de los menores.
Jesús sale de un juicio injusto, de un interrogatorio cruel
y mira a los ojos de Pedro, y Pedro llora. Nosotros pedimos que nos mire, que
nos dejemos mirar, que lloremos, y que nos dé la gracia de la vergüenza para
que como Pedro, cuarenta días después podamos responderle: “Señor, Tú sabes que
te amo”; y escuchar su voz: “Apacienta mis ovejas”. Y añado: “y no permitas que
ningún lobo se meta en el rebaño”».
El santo padre Francisco este lunes encontró a seis
personas, dos británicos, dos alemanes y dos irlandeses que sufrieron abusos
por parte de clérigo y fueron invitados por el cardenal O'Malley. “Ya ayer
estaban en Santa Marta lo que dio ocasión al Papa para saludarles después de la
cena” indicó el portavoz.
El Pontífice en la santa misa en la que participaron las
víctimas hizo su homilía en español, “con palabras particularmente
significativas, un mensaje muy denso y muy fuerte”, esta vez “lo ha tratado el
tema de una manera más directa y amplia” dijo el director Lombardi. Añadió que
estarán a disposición parte de las imágenes del Papa durante esta homilía en
Santa Marta.
Acabada la eucaristía, a la salida saludó uno a uno a los
participantes como lo hace siempre después de la misa en Santa Marta. A
continuación desayunaron en el comedor de la residencia. A las 9 de la mañana
cada uno de los seis participantes se encontró con el Santo Padre, acompañado
por una persona que le ayudaba en la traducción. “Los coloquios duraron hasta
las 12,20, o sea una media hora con cada uno de ellos” indicó.
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede habló
con ellos y pudo constatar “la profunda gratitud que tenían hacia el Santo
Padre”. En particular por haber “sido escuchados con mucha atención y
disponibilidad”. Precisó que “cada uno manifestó según su sensibilidad, y sus
sentimientos eran serenos y positivos”. Y añadió que “eran personas que se
sentían gratas de haber vivido este encuentro”.
"El Papa --indicó el portavoz-- estuvo mucho tiempo con
ellos, lo que demuestra la intención de escuchar y entender”. Añadió que el
Santo Padre “estaba también muy tocado por este encuentro”.
Y consideró “que esto no es un punto final, sino un camino
que se abre hacia el futuro, de sanación y de construcción”. El cardenal
O'Malley por su parte consideró que “el número contenido de personas permitió
un diálogo muy profundo”.
La segunda reunión de la Comisión para la protección de los
menores
Siempre en el Vaticano se realizó ayer la segunda reunión de
la Comisión para la protección de los menores, en la Domus Santa Marta,
presidida por el cardenal estadounidense Sean O'Malley, con la propuesta de
nuevos miembros para integrar la misa, o sea con personas de otras áreas geográficas,
en particular de Asia y África.
Lo indicó hoy el portavoz de la Santa Sede, quien añadió que
“la Comisión ha estudiado también la necesidad de tener una sede operativa
estable y de organizar los grupos de trabajo, de manera que se pueda contar también
con personas externas de otras instituciones”. Y precisó que “en el próximo mes
de octubre se realizará otra reunión de la Comisión”.
Las medidas tomadas
El papa Francisco, reitera así la línea de tolerancia cero
emprendida por Benedicto XVI contra los abusos sexuales, y para ello ha creado
en marzo pasado la Comisión para la protección de los menores, en la que una
víctima, la irlandesa Mary Collins, es dirigente.
Entre las medidas concretas figura el 27 de junio pasado, la
reducción al estado laical del ex-nuncio apostólico en República Dominicana, el
polaco Jozef Wesolowski, después de ser condenado en primer grado por
pederastia por un tribunal eclesiástico.
Otro de los hechos significativos, es que la Santa Sede han
examinado 3.420 casos de abusos sexuales a menores cometidos en la última
década con la expulsión de 848 sacerdotes, y la investigación de 2.572 otros
casos, como los observadores del Vaticano informaron este año a las Naciones
Unidas.
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