Catequesis para la familia,
semana del 29 de diciembre de 2013
En esta primera semana de Navidad se nos habla del amor en la vivencia y
defensa de la familia, de la maternidad de María y de la divinidad de Jesús.
Dios es familia y nosotros estamos invitados a participar más activamente como
hijos y padres cristianos. No podemos quedarnos de brazos cruzados como si
tuviéramos algún temor de afirmar lo que somos ante quien sea, de defender lo
nuestro. Ante las diversas adulteraciones y eufemismos acerca del matrimonio,
la familia y la vida, es urgente hoy en día la defensa de la dignidad de la
vocación matrimonial y familiar. Y esto se verifica a través del elocuente
testimonio -sencillo y cotidiano- en el seno de nuestra familia, y desde
nuestro trabajo y oración callados por ella. Eduquemos en libertad y
responsabilidad, en amor y convicciones firmes, con ternura y seguridad al
mismo tiempo.Hay dos textos que nos ponen en situación de ese compromiso necesario, que nos llevan a una contemplación y tarea muy concretas. Uno es del domingo 29 y otro del miércoles día 1.
El del domingo, como punto de partida, es la oración colecta de la
Misa de la fiesta de la Sagrada Familia (donde hemos celebrado la jornada
pontificia por la familia y la vida): “Dios, Padre nuestro, que has
propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu
pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su
unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del
cielo”. El ideal con el que debemos confrontar continuamente nuestra
familia es la vida en comunión de Jesús, María y José. La familia es un lugar
privilegiado para el anuncio de evangelio a todas las naciones. Por ello
podemos hacernos unas cuantas preguntas: ¿Nos queremos de verdad, de corazón?
¿Cómo miramos, saludamos, cuidamos, preocupamos, ayudamos, agradecemos,
perdonamos y alegramos juntos? ¿Nos echamos de menos? ¿Cómo sobrellevamos
nuestros temperamentos y humores a menudo cambiantes? ¿Procuramos templar
nuestros nervios y posibles molestias? ¿Damos testimonio, con nuestra propia
vida, del gran tesoro de tener a Jesucristo en medio de todo lo que pensamos,
decimos y hacemos? ¿Tenemos en cuenta, o no nos olvidamos, de aquellos que ya
partieron a la casa del Padre donde queremos un día estar con ellos gozando de
la paz del Señor?
El segundo centro de atención semanal viene el día 1 de enero en el
Martirologio Romano, solemnidad deSanta María, Madre de Dios, que se
celebra “en la Octava de la Natividad del Señor y en el día de su
Circuncisión. Los Padres del Concilio de Éfeso la aclamaron como ‘Theotokos’,
porque en ella la Palabra se hizo carne y acampó entre los hombres el Hijo de
Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.” Estamos
aún celebrando el misterio de la Natividad del Señor en toda su plenitud. Se
nos hace referencia al concilio ecuménico de Éfeso del año 431. Nestorio,
patriarca de Constantinopla, desde el 428, predicaba junto con sus discípulos
que no se podía atribuir a María el título de Madre de Dios, como la piedad
popular hacía, sino sólo Madre de Cristo. Los nestorianos afirmaban que había
dos personas completas en Jesús, la divina y la humana, unidas de manera íntima
pero moral, no de forma consustancial. Cirilo, patriarca de Alejandría se opuso
a Nestorio y Oriente se dividió de nuevo. Por ello se convocó el concilio de
Éfeso, donde se llegó a condenar y deponer a Nestorio. También se afirmó la
divinidad de Cristo y se declaró que María no sólo era la madre de Jesús sino
también madre de Dios, porque en Cristo, Dios y hombre, había una sola persona.
Así se defendió la unidad sustancial de Jesús.
¿Cuál ha sido y es nuestra experiencia cristiana, unitaria, de vida
matrimonial y familiar? Si ha sido, o es, una experiencia de amor, y fruto
también de nuestro esfuerzo y sacrificios constantes, ¿cómo vivimos nuestra
identidad y la testimoniamos a los demás? ¿Nos avergonzamos o damos razón de
nuestra experiencia gozosa de amor y unidad? Si ha sido dificultosa o
tormentosa, ¿hemos intentado superarla permaneciendo abiertos al modelo
original de la Sagrada Familia, procurando cada uno vivirla en fe, a través de
una profunda conversión personal?
Rogamos juntos en familia, con María, Madre de Dios y nuestra (1 de
enero); en obediencia y caridad fraterna con los santos Basilio Magno y
Gregorio Nacianceno, obispos y doctores de la Iglesia (2 de enero); por el Santísimo
Nombre de Jesús (3 de enero), para que no dejemos de testimoniar el amor en
nuestra vocación matrimonial y familiar, trabajando y orando por ella. Dios
salva en y desde nuestras familias. Dios es Amor, es Familia, es la Vida.
No lo olvidemos.
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