El Papa Francisco
presidió hoy el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, donde recordó la
memoria del primer mártir San Esteban, e indicó que así como él, hay muchos
cristianos que en estos días son martirizados, incluso en aquellos países donde
sobre el papel se dice respetarse los derechos humanos.
A continuación el
texto completo de las palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y
hermanas:
Ustedes no tienen
miedo de la lluvia eh? ¡Qué buenos!
La liturgia extiende
la Solemnidad de la Navidad por ocho días: ¡un tiempo de alegría para todo el
pueblo de Dios! Y en este segundo día de la octava, en el gozo de la Navidad se
introduce la fiesta de san Esteban, el primer mártir de la Iglesia. El libro de los
Hechos de los Apóstoles nos lo presenta como un “hombre lleno de fe y del
Espíritu Santo” (6,5), elegido junto a otros seis para el servicio a las viudas
y a los pobres en la primera comunidad de Jerusalén. Y nos relata su martirio:
cuando, después de un discurso de fuego que suscitó la cólera de los miembros
del Sanedrín, fue arrastrado fuera de los muros de la ciudad y lapidado.
Esteban murió como Jesús, pidiendo el perdón para sus asesinos. (7,55-60).
En el clima alegre de
la Navidad, esta conmemoración podría parecer fuera de lugar. La Navidad en
efecto es la fiesta de la vida y
nos infunde sentimientos de serenidad y paz; ¿por qué turbar el encanto con el
recuerdo de una violencia tan atroz?
En realidad, en la
óptica de la fe, la fiesta de san Esteban está en plena sintonía con el
significado profundo de la Navidad.
En el martirio, de
hecho, la violencia es vencida por el amor, la muerte por la vida. La Iglesia
ve en el sacrificio de los mártires su “nacimiento al cielo”. Celebramos hoy,
pues, el “nacimiento” de Esteban, que en profundidad brota de la Navidad de
Cristo. ¡Jesús transforma la muerte de cuantos lo aman en aurora de vida nueva!
En el martirio de
Esteban se reproduce la misma confrontación entre el bien y el mal, entre el
odio y el perdón, entre la mansedumbre y la violencia, que tuvo su cumbre en la
Cruz de Cristo. La memoria del primer mártir llega así, inmediatamente, a
disolver una falsa imagen de la Navidad: ¡la imagen dulce y de fábula, que no
existe en el Evangelio! La liturgia nos reconduce al sentido auténtico de la
encarnación, uniendo Belén al Calvario y recordándonos que la salvación divina
implica la lucha contra el pecado, pasa a través de la puerta estrecha de la
Cruz. Éste es el camino que Jesús indicó claramente a sus discípulos, como
afirma el Evangelio de hoy: “Ustedes serán odiados por todos a causa de mi
Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará” (Mt 10, 22).
Por ello hoy oramos
en modo particular por los cristianos que padecen discriminaciones a causa del
testimonio de Cristo y del Evangelio. Estemos cercanos a estos hermanos y
hermanas que, como san Esteban, son acusados injustamente y hechos objeto de
violencia de diverso tipo. Estoy seguro que, lamentablemente, son más numerosos
hoy que en los primeros tiempos de la Iglesia. ¡Son tantos! Esto sucede
especialmente allí donde la libertad religiosa no es todavía garantizada o no
es plenamente realizada. Pero también sucede en Países y ambientes en los que
sobre los papeles tutelan la libertad y los derechos humanos, pero donde de
hecho los creyentes, y especialmente los cristianos, encuentran limitaciones y
discriminaciones. Quisiera pedirles, recemos hoy por estos hermanos y hermanas
un momento, en silencio, todos.Los confiamos a la Virgen: Dios te salve María...
Al cristiano esto no
lo maravilla, porque Jesús lo preanunció como ocasión propicia para dar
testimonio. Sin embargo, en el plano civil, la injusticia debe ser denunciada y
eliminada.
María Reina de los
Mártires nos ayude a vivir la Navidad con aquel ardor de fe y amor que refulge
en san Esteban y en todos los mártires de la Iglesia.¡Felices fiestas navideñas y buen almuerzo! ¡Hasta pronto!
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