Igual que
San Pedro hace 20 siglos viajaba en su barca, ahora los papas viajan en avión.
El primero que se subió a uno fue Pablo VI. Lo utilizó en 1964 para volar a
Tierra Santa.
Años
después, Juan Pablo II convirtió el avión en una segunda casa a lo largo de sus
104 viajes internacionales. También Benedicto, que salió de Italia en 24
ocasiones, la primera a Colonia, Alemania; y la última, al Líbano.
A Francisco
también le gusta visitar a la gente directamente en sus países. Y lo hace
llevando personalmente su equipaje de mano.
El avión en
el que viaja no es propiedad del Vaticano. Usa casi siempre un avión alquilado
a Alitalia y regresa en otro de la compañía del país que visita.
Es un avión
como los demás. Los únicos cambios son los asientos con los escudos papales, y
el intenso ritmo de trabajo que se respira a bordo.
En el vuelo
de ida el Papa se acerca para saludar a los reporteros y explicarles las claves
del viaje. Un momento en el que no faltan las bromas.
De regreso,
tiene lugar la rueda de prensa sobre el viaje y sobre otros temas de
actualidad. Suelen durar entre 20 minutos y 1 hora, en función de las
necesidades y del espacio del vuelo.
Tras la
rueda de prensa, los periodistas elaboran el material. En algunos casos usan
teléfonos satelitales para dictar su crónica o entrar en directo en radio y
televisión.
Si queda
tiempo, los pasajeros pueden disfrutar del cuidado menú que la aerolínea
prepara para la ocasión, pueden leer un libro y la prensa o incluso ver una
película a bordo.
Aunque lo
más habitual es aprovechar el poco tiempo libre para recuperar fuerzas. Y es
que, hay que estar listos para cuando salte la próxima noticia.
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