martes, 20 de enero de 2015

Resumen Carta Pastoral en ocasión a la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia: LA VIDA CONSAGRADA


Enero 2015

Se ha hecho tradición que la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED), cada año, elabore una Carta Pastoral y un Mensaje. La diferencia entre estos dos documentos es la siguiente: La Carta Pastoral es en ocasión a la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, 21 de enero, trata sobre un tema propio de la vida y doctrina de la Iglesia, tiene como primer destinatario a todos los fieles de la Iglesia Católica.

El Mensaje con motivo a la fiesta de la Independencia Nacional, 27 de febrero, trata principalmente sobre la realidad social, política, económica... del Pueblo Dominicano, y es dirigido a todos los dominicanos.

A continuación algunos párrafos del texto de la Carta Pastoral:
“En la Iglesia llamamos Vida Consagrada: A una forma estable de existir en la cual hombres y mujeres bautizados, llamados por Dios Padre a vivir de una manera particular y radical los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, siguen más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo y se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo. Lo hacen unidos en una comunidad fraterna inspirados en el carisma de su fundador o fundadora para responder a unas necesidades concretas de la Iglesia y de la sociedad” (No.5).
“Una cualidad esencial del profeta es el discernimiento de espíritu. «El profeta recibe de Dios la capacidad de observar la historia en la que vive y de interpretar los acontecimientos: es como un centinela que vigila por la noche y sabe cuándo llega el alba (cf. Is 21,11-12). Conoce a Dios y conoce a los hombres y mujeres, sus hermanos y hermanas. Es capaz de discernir, y también de denunciar el mal del pecado y las injusticias, porque es libre, no deben rendir cuentas a más amos que a Dios, no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios mismo está de su parte»” (No. 39).

“Así, ante una «cultura hedonística que busca en la sexualidad sólo el placer egoísta y sin ninguna norma moral objetiva, promoviendo una especie de idolatría del instinto, la vida consagrada responde con la práctica gozosa de la castidad perfecta, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana... Sí, ¡en Cristo es posible amar a Dios con todo el corazón, poniéndolo por encima de cualquier otro amor, y amar así con la libertad de Dios a todas las criaturas! »” (No. 4“Por eso, la opción preferencial por los pobres es parte de la vida consagrada ya que «la  búsqueda de la belleza divina mueve a las personas consagradas a velar por la imagen divina deformada en los rostros de tantos hermanos y hermanas, rostros desfigurados por el hambre, rostros desilusionados por promesas políticas; rostros humillados de quien ve despreciada su propia cultura; rostros aterrorizados por la violencia diaria e indiscriminada; rostros angustiados de menores[que no cuentan con el amor y el cuidado de una familia]; rostros de mujeres ofendidas y humilladas; rostros cansados de emigrantes que no encuentran digna acogida; rostros de ancianos sin las mínimas condiciones para una vida digna» y rostros de niños no nacidos, pequeños y frágiles, descuartizados desde el vientre materno por sus progenitores y médicos sin escrúpulos con la indiferencia o la aprobación de una sociedad que se deja hipnotizar por la cultura de la muerte” (No. 43). “Son innumerables los hombres y mujeres de vida consagrada que han sabido dejar la vida en nuestros campos, barrios y ciudades por causa del Evangelio. Hemos tomado sólo una muestra muy reducida a sabiendas que ha de ser mayor nuestra gratitud para todos aquellos, que siendo los más, no hemos podido mencionarlos debido a nuestras limitaciones.  Para todos, los de ayer y los de hoy, vayan nuestras oraciones y bendiciones” (No. 102).

Mirar el Presente con Pasión

“Nos complace constatar que de los 2,200 consagrados y consagradas 1,376, lo equivalente al 66%, son nacidos en nuestra tierra. Las religiosas alcanzan la suma de 1,078 nativas (67% de todas las femeninas). De los religiosos 298 (64%) son nacidos aquí. De las religiosas contemplativas, 119 equivalente al 74% son dominicanas. Esto indica que la vida consagrada se ha inculturado entre nosotros, fruto del testimonio de una consagración vivida con alegría, entusiasmo y dedicación” (No. 110).

“Nos permitimos señalar algunas urgencias que necesitan una respuesta eclesial entre nosotros:

-La inserción en el lenguaje digital y una mayor presencia en los demás medios de comunicación social del mundo de hoy a través del uso inteligente y adecuado de los medios electrónicos y de las redes sociales para anunciar el Evangelio especialmente a la nueva generación.

-El reconocimiento de la dignidad de la mujer, de su aportación específica a la vida, a la sociedad y a la acción pastoral y misionera de la Iglesia desde el Evangelio y con una visión global sin dejarse conquistar por concepciones unilaterales.

-Presencia calificada en el mundo de la educación que ayude a sus interlocutores a crecer en humanidad, a encontrarse con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida y que contribuya “a unir en una síntesis armónica lo divino y lo humano, Evangelio y cultura, fe y vida”.

-Presencia en el campo de la salud tan propio de muchos Institutos de Vida Consagrada, en estos momentos que se promueven esquemas y prácticas de salud que buscan afectar la vida de las personas, especialmente, de las mujeres y su vida reproductiva así como la de los niños en el vientre materno.

-Por último, un campo de vital importancia y que nos urge a todos es la realidad de la pastoral familiar. Estamos asistiendo a un mundo y una sociedad enferma, donde la más perjudicada está siendo la estructura familiar con el detrimento de sus más sanos valores, causa a su vez del deterioro de la misma sociedad. Urge pues, una mirada y una atención especial a la pastoral de la familia desde todas las posibilidades y ámbitos de nuestra Iglesia” (No. 133).




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