No se
parecía a ningún otro encuentro de multitudes. Unos 6 millones de peregrinos
participaron en el Parque Rizal de Manila y en sus alrededores en la última
misa del viaje del Papa a Filipinas. No les frenó ni la lluvia, ni el frío, ni
las horas de fila.
La misa
coincidió con la fiesta del "Santo Niño”, muy celebrada en el país. El
Papa lo recordó y dijo que los católicos, como hijos de Dios, tienen la
responsabilidad de proclamar el Evangelio.
FRANCISCO
"Hoy el
texto de San Pablo decía que en Cristo nos hemos convertido en hijos adoptivos,
hermanos y hermanas de Dios en Cristo. Esto es lo que somos, es nuestra
identidad”.
Filipinas es
el país más católico de Asia. El Papa les pidió que sean fieles al Evangelio,
también cuando lleguen las tentaciones y dificultades.
Que cuando
parece que el Evangelio no cuenta o que es irrelevante, sean fuertes, porque,
dijo, es cuando el diablo se cuela.
FRANCISCO
"El
diablo es el padre de todas las mentiras. A menudo esconde sus trampas detrás
de la apariencia de sofisticación, el encanto de ser "moderno", como
"los demás." Nos distrae con la promesa de placeres efímeros y
pasatiempos superficiales”.
También les
pidió que como sociedad no ignoren a los niños de la calle, los necesitados y
los explotados. Antes de que se marchara, el arzobispo de Manila, el cardenal
Tagle, le dejó un mensaje en nombre de todos.
CARD. LUIS
ANTONIO TAGLE
Arzobispo de
Manila
"Todos
los filipinos quieren irse contigo... Pero no a Roma, sino a las periferias, a
las chabolas, a las celdas de la cárcel, a los hospitales”.
Tras la misa
el Papa les dio una bendición misionera. Tenía a millones de personas ante él.
Se esperaba una multitud tan grande que el gobierno había aconsejado que los
niños, las mujeres embarazadas y las personas mayores no salieran de sus
hogares.
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