Ante
una plaza repleta pide rezar a Dios por la paz y a los no creyentes a desearla.
Enumera los diversos conflictos en el mundo. Texto completo
El papa Francisco
impartió este domingo de Navidad al medio día, la bendición Urbi et Orbi, ante
una abarrotada plaza de San Pedro, con los fieles que llenaban incluso Vía de
la Conciliación.
El papa hizo un
discurso que más bien ha sido una oración pidiendo a Dios por la paz del mundo,
e indicó los principales lugares de conflicto, así como la tragedia que vieven
los inmigrantes. A los creyentes les pidió que recen por esta intención y a los
no creyentes que la deseen.
"A todos
ustedes, queridos hermanos y hermanas, venidos de todas partes del mundo a esta
Plaza, y a cuantos desde distintos países se unen a nosotros a través de los
medios de comunicación, les deseo una ¡Feliz Navidad!" dijo el papa desde
el balcón de la logia de la basílica de San Pedro.
"En este día,
iluminado por la esperanza evangélica que proviene de la humilde gruta de
Belén, pido para todos ustedes el don navideño de la alegría y de la paz: para
los niños y los ancianos, para los jóvenes y las familias, para los pobres y
marginados. Que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que
pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se
dedican al servicio de los hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad!
".
Minutos antes leyó
sus palabras por la Navidad, que reportamos íntegras a continuación.
"Queridos
hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡Buen díay feliz Navidad!
Hago
mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores
de Belén la noche de la Navidad.
Un cántico que une
cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la
tierra de los hombres con el deseo de la paz.
Les invito a todos a hacer suyo
este cántico, que es el de cada hombre y mujer que vigila en la noche, que
espera un mundo mejor, que se preocupa de los otros, intentado hacer
humildemente su proprio deber.
Gloria a Dios.
A esto
nos invita la Navidad en primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno,
fiel, misericordioso. En este día mi deseo es que todos puedan conocer el
verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Me gustaría que
todos pudieran sentir a Dios cerca, sentirse en su presencia, que lo amen, que
lo adoren.
Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida,
con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.
Y paz a los hombres.
La verdadera paz no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura
"fachada", que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso
artesanal, que se logra contando con el don de Dios, con la gracia que nos ha
dado en Jesucristo.
Viendo al Niño en el
Belén, Niño de paz, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables
de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres
maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan tantas vidas y causan
tanto sufrimiento!
Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto
de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el
amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto
pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria.
Hemos podido
comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra
oración por la paz en Siria también creyentes de diversas confesiones
religiosas. No perdamos nunca la fuerza de la oración. La fuerza para decir a
Dios: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero.
Y también a los no
creyentes les invito a desear la paz, con un deseo que amplía el corazón, con
la oración o el deseo, pero todos por la paz.
Concede la paz,
Niño, a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero
tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en
aquella tierra, destrozada por una espiral de violencia y de miseria, donde
muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable
para vivir. Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones
actuales ya han provocado víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este
joven Estado.
Tú, Príncipe de la
paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que
depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria,
lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e
indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que
lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos.
Sana las llagas de la
querida tierra de Iraq, azotada todavía por frecuentes atentados.
Tú, Señor de
la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y
conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y
en el este de la República Democrática del Congo.
Haz que los
emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no
asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los
numerosos muertos en Lampedusa, no sucedan nunca más.
Oh
Niño de Belén,
toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos,
para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad.
Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los
conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados,
robándoles su infancia.
Señor, del cielo y de
la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los
hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de
los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente
afectado por el reciente tifón.
Queridos hermanos y
hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el
Señor. No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Tenemos miedo de esto, no
tengamos miedo que nuestro corazón se conmueva.
Dejemos que nuestro
corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus
caricias. Las caricias de Dios no producen heridas, las caricias de Dios nos
dan paz y fuerza, necesitamos las caricias de Dios.
El amor de Dios es
grande; a Él la gloria por los siglos. Dios es nuestra paz: pidámosle que nos
ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en
nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la
bondad de Dios.